Siempre recordaré los días que pasábamos en el pueblo, cada vez que íbamos de excursión al monte, cada vez que me decías lo que estaba bien y lo que estaba mal.
Cuando realmente me dí cuenta de como estaba la situación empecé a preocuparme, a tener miedo, empecé a asimilar que tarde o temprano te perdería, que el puto cancer podría contigo, pero siempre tuve la esperanza de que saldrías adelante, de que lograrías vencerlo, pero no fue así. Fuiste fuerte, mucho más de lo que nadie imagina, luchaste con todas tus fuerzas, durante años, aguantaste como nadie pero no fue suficiente...
Recuerdo la última vez que te vi, jamás pensé que fuera a ser la última, de haberlo sabido te habría dado las gracias por todo, y te habría dicho que jamás me olvidaría de ti.
Ahora, cada vez que voy al pueblo, siempre encuentro un rato libre, me siento encima del muro del jardín, me pongo los cascos y pongo la música. Miro al horizonte, se me pierde la vista y mis ojos se llenan de lágrimas. Recuerdo momentos, momentos que pasamos juntas, cuando fuimos a París, cuando estábamos todos juntos en Comillas, en Santander, en el pueblo... Y lloro, y lloro y lloro. Trato de ser fuerte, como un día lo fuiste tú, trato no venirme abajo pero me resulta imposible, siempre estás ahí, los recuerdos no se van y no se irán jamás. Y todavía hoy, más de dos años después siempre que hago algo importante pienso: ¿Qué pensará ella de esto? ¿Creerá que estoy haciendo lo correcto? ¿Se sentirá orgullosa de mí?
Me hago miles de preguntas, pero ninguna de ellas viene acompañada de una respuesta. Tengo la esperanza de que desde ahí arriba "leas" esto, que te des cuenta de lo mucho que te echo de menos, de lo mucho que te quiero y de lo mucho que te necesito.
Te echo de menos tía Rosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario